Autoestima

La autoestima ha sido tema central de diversos estudios y aproximaciones teóricas; autores tales como H. S. Sullivan, K. Horney, E. Fromm y C. Rogers, entre otros, han abordado el tema de la autoestima y sus orígenes. Sin embargo, el término a menudo se da por entendido, aun cuando los autores puedan no estar refiriéndose a lo mismo. Así, W. James indica que la autoestima está determinada por la relación entre las aspiraciones y los logros de una persona; M. Mead menciona que ésta deriva de la evaluación de los otros, y A. Maslow la categoriza Como una necesidad.
Coopersmith (1967) define la autoestima como «el juicio personal de valía, que es expresado en las actitudes que el individuo toma hacia sí mismo. Es una experiencia subjetiva que se transmite a los demás por reportes verbales o conducta manifiesta» (pág. 5).
La baja autoestima puede llevar a sentimientos de apatía, aislamiento, poca capacidad de amar y pasividad, mientras que la alta autoestima se relaciona con personas que se encuentran involucradas en vidas más activas, con sentimientos de control sobre las circunstancias, menos ansiosas y con mejores capacidades para tolerar el estrés interno o externo, son menos sensibles a las críticas, suelen tener mejor salud física, disfrutan de sus relaciones interpersonales y valoran su independencia (Rosenberg, 1962; Lundgren, 1978). El hablar de alta o baja autoestima se ha convertido en parte cotidiana del vocabulario de los legos así corno de los trabajadores de la salud mental. Debido a la gran influencia que la autoestima puede tener en la vida de las personas, se han desarrollado diferentes instrumentos con el fin de evaluarla. Coopersmith comienza en 1959 un estudio sobre la autoestima, y en 1967 publica una escala de medición de autoestima para niños de 52 y 62 grados, que es ampliamente utilizada. Coopersmith utilizó esta prueba de 58 reactivos (ítems) corno base para el desarrollo de la versión para adultos, citado en (Cantú, Verduzco, Acevedo, & Cortés, 1923).